En relación con el vínculo que los Estados establecen con los jóvenes, creo que se puede hacer un análisis en tres niveles. En algunos países de nuestro continente los Estados ven al joven como un actor vulnerable, conflictivo, violento. De aquí se desprenden políticas que buscan dar solución a ese actor vulnerable, violento, criminal. Son políticas que nos estigmatizan y criminalizan. Por otro lado, existen políticas de integración que están ligadas a escuchar a los jóvenes, pero que todavía no vinculan a las organizaciones con la toma de decisiones. Y por otro lado, movimientos de fuerte incidencia, como el movimiento estudiantil chileno 4, que busca establecer una nueva lógica educativa, o el movimiento juvenil en Brasil 5, que busca establecer una relación más equilibrada con el Estado con vistas a generar mayores garantías en los derechos. Esas tres situaciones caracterizan la realidad que atraviesa nuestro continente.